lunes, 14 de septiembre de 2015

Donzell d´Urgell: una pequeña perla en el Urgell




Donzell d´Urgell se encuentra al norte de la comarca de Urgell, a 22km de Tárrega y 6 de Agramunt siguiendo la C-14 en dirección Andorra o Artesa de Segre se encuentra una pequeña perla que merece la pena visitar.

Un ramal que sale de la C-14, de unos 3 km, asfaltado y en buen estado nos lleva a través de un buen número de curvas hasta esta pedanía de Agramunt.

Donzell d’Urgell es un pequeño pueblo, de apenas una treintena de habitantes, cuyas calles y callejuelas transportan al viajero a otros tiempos y le hacen redescubrir rincones entrañables.



Cerca de la población está la ermita de Sant Roc. Se trata de una iglesia del siglo XV. La ermita de Sant Roc, fue levantada para venerar a este santo al cual se encomendaron los antiguos habitantes de la Donzell cuando se vieron afectados por el ciclo de la peste y del cólera. A cambio, le prometieron hacer una fiesta en su honor si el pueblo se veía libre de aquella plaga y, como así fue, según nos ha llegado a través del tiempo, el pueblo, aún hoy, hace una fiesta en su honor en agosto.

La imagen de Sant Roc está en la ermita, pero el día de su fiesta la llevan en procesión hasta la iglesia. Una vez allí, permanece durante ocho días, entre el pueblo. En el templo, la gente tiene costumbre de ir a hacer plegarias y a darle las gracias.

Transcurridos los ocho días, y en solemne procesión, se pasea por las calles del pueblo y se devuelve a la ermita, donde queda durante todo el año. Así pues, como hicieron los antepasados que pasearon el santo por las calles, hoy, recordando ese hecho, se conserva la tradición.



Dispone en la campa adyacente de un espacio adaptado para disfrutar de una jornada de picnic. Junto a la fuente y barbacoas, destaca una gran mesa con sus bancos, todo ello construido con enormes piedras.



Seguimos la carretera, disfrutando de la vista del pueblo. Situado en un alto, con sus casas apiñadas formando casi un círculo defensivo.


A la entrada del pueblo y fuera de lo que sería la muralla defensiva de la localidad se encuentra la iglesia de Sant Pere. De estilo neoclásico, fue construida en el siglo XVII. Tiene una nave y un campanario de torre cuadrada.

Cuando se construyó el campanario de la iglesia, el pueblo no disponía de las posibilidades económicas para hacer realidad aquel proyecto. La gente, debido a fuertes sequías, no había tenido los ingresos necesarios que permitieran poder mantener a la familia y desprenderse de una parte para destinarla a la construcción del campanario. Con este panorama, la cosa no se veía muy clara para que llegara a un final feliz.

Pero sucedió que un poderoso señor propuso que él se haría cargo de todos los gastos de la construcción del campanario si la Donzell aceptaba pagar un diezmo. Es decir, de cada 10 garbes que se hicieran en cada casa del pueblo cuando segaran, una sería para él hasta que estuvieran pagados todos los gastos de los cuales él haría frente de ahora en adelante.

El pueblo aceptó esta propuesta, ya que era la única manera de poder construir el campanario e irlo pagando entre todos con unos años de margen. Así se hizo y desde ese momento se comenzaron las obras por un lado y, se pasaba por las eras y los campos a la hora de la sega por otro, a fin y efecto de cobrar el impuesto aceptado del diezmo.

Lo que sucedió con los años, fue que el pueblo pensaba que ya había pagado el importe de lo que costó el campanario, pero el señor decía que aún faltaba, sin dar cuentas ni explicaciones. Así fue como el pueblo se negó a continuar pagando una cosa que, según ellos, ya habían amortizado totalmente con los años que pagaron el onzé, y decidieron recurrir a los tribunales para dejar de pagar el impuesto.

Haciendo cálculo de los años y de cuanto habían aportado cada uno de ellos durante aquellos años, el tribunal dio la razón a los ciudadanos eximinlos de continuar pagando el diezmo.

Así el pueblo dejó de pagar, y para conmemorar la sentencia de aquel hecho, en la plaza mayor del pueblo se colocó una placa conmemorativa, en la cual se puede ver: Plaça de la Redempció.


En la parte de atrás, visible cuando entras en el pueblo, pero algo oculto una vez bajas del coche, se encuentra el monumento a la Mujer. Inaugurado en el año 1988, se trata de un homenaje a la mujer por su ayuda en las labores del campo. Representa una mujer yendo a buscar agua. Éste es un lugar donde en épocas de sequía, se debía ir a buscar agua al canal del Urgell, y esto representaba una hora de camino. El agua directa no llegó hasta el 1965.


La Donzell, todavía hoy, mantiene sus características originales de vila cerrada y para entrar dentro del núcleo de población se ha de hacer por una de las dos puertas que dan acceso desde el lateral, donde se encuentra la iglesia de Sant Pere. Antiguamente estas portaladas que dan acceso al núcleo estaban cerradas cuando llegaba la noche y nadie podía entrar ni salir del pueblo durante las horas nocturnas, salvo excepciones puntuales.

El último toque de campana al anochecer era la señal del cierre de las puertas y el toque del ángelus que se hacía a punta de día, indicaba la señal que se abrían y de que se podía salir a trabajar en los campos.

Encima de una de estas portaladas, se puede ver una báscula de tributos romana, en recuerdo de tiempos pasados. Ésta era la antigua báscula municipal y servía para pesar los productos que la gente vendía o su pago en especias, al no tener dinero por pagar el diezmo al Señor del Castillo.


Antes de entrar bordeamos el pueblo. Encontramos un gran casal de piedra, llamado el castillo. Más que un castillo se trata de una gran casona que destaca sobre las demás por la fortaleza que transmiten sus muros que debió ser construida sobre los siglos XVI-XVII.


Una vez dentro, nos encontramos con un pueblo que conserva un regusto y carácter todavía medievales.


Cerrado y recluido sobre sí mismo paseamos por un conjunto de callejuelas sombrías donde nos sorprende el silencio casi absoluto.


Son numerosos los pasos cubiertos que durante el invierno protegerán a sus habitantes de los vientos heladores que azotan la sierra donde se ubica el pueblo.


Los estrechos callejones dan paso a plazuelas con alguna que otra vivienda blasonada con su escudo en la portada de entrada.

Las plazas son dos: la placeta y la plaza mayor, un poco más grande que la anterior. Dos calles recorren sinuosos todo el pueblo: el carrer d'avall (calle de abajo) y el carrer estret (calle estrecha).


Recorremos toda la población disfrutando de sus rincones típicos y del entramado de placetas y callejuelas.


La visita no nos lleva mucho tiempo, no más de 30-40 minutos, ya que se trata de un pueblo muy pequeño. Salimos por otro de los arcos que dan a la placeta donde está la iglesia y donde hemos dejado el coche.

Este pueblo lleva asociada una leyenda.

La leyenda que llega hasta nuestros días, transmitida oralmente durante siglos nos habla del castillo y del pueblo de la Donzell, que vendría del nombre Donzella.

"Nos dice la leyenda que, el señor de Montclar, era uno de los más bravos guerreros que la historia nos ha dado. Su encarnecida lucha contra los sarracenos, y sus victorias incesantes, le dieron una aureola de grandeza y señorío entre las tropas cristianas y, por contra, un acentuado y real temor entre los sarracenos, los cuales, si sabían que al frente de las tropas cristianas iba el señor de Montclar, temblaban.

Los prisioneros que hizo en sus batallas se habían de contar por centenares de centenares; no había duda de que era el terror viviente de los árabes, almenos así lo hemos de deducir por lo que todo el mundo cuenta y por sus obras.

Tantos y tantos prisioneros llegó a hacer que no cabían dentro de su castillo, donde residía, por lo que decidió que ya que estaba en posesión de dos castillos más, utilizarlos como lugar de reducción de los sarracenos que caían en sus manos. Fue de esta manera como utilizó ambos castillos como prisión, con lo que uno le servía para cerrar a hombres y muchachos y el otro a las mujeres y doncellas.

Con el tiempo, y debido al hecho explicado, ambos castillos recibieron los nombres respectivos de Castell de les Donzelles (o de la Doncella, ya que había como prisionera una bella joven sarracena hija de un cabdil) y Castell de les Puelles, nombre que más tarde extendieron a dos poblaciones que, con motivo de los castillos surgieron a su alrededor y que aun hoy subsisten no muy lejanos del pueblo y del castillo de Montclar donde residía el bravo y generoso señor, terror de la morisma en nuestras tierras".

Si deseáis alargar la jornada, muy cerca se encuentra el núcleo deshabitado de Rocaberti de San Salvador, al que se puede llegar a través de un sendero señalizado.

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